lunes, 24 de agosto de 2009

Así lo sentí


Para entonces me marcó la menopáusica insensatez del puto demonio que llevaba interno, por eso salí a caminar. Tomé uno de mis cigarrillos y aguanté las ganas de no estar en donde estaba. Lo encendí. Tan sólo quería volver al momento que tan perturbada me tenía. Mi cuerpo se estremecía de rabia al leerle la mente a mi memoria y razonar que no podría desintegrar ni los hechos ni la historia. Que todo iba a ser así de complicado, lo sabía. Que todo iba a ser así de complicado para ella, no. Se supone que la antesala heterosexual haría del cuento un pasar irrisorio, que en un abrir y cerrar de piernas se me olvidaría. Pero resultó que sus manos me estaban persiguiendo en la soledad de mi noche y no pude dejar de angustiarme, de acumular los nudos en mi garganta junto a los latigazos que aún no me daba la sociedad. Sentí la ausencia del exorcismo que me hacía falta, porque nada habíamos concluido aquella noche y, tres días después, aún no podía dejarlo pasar. Me volví loca, me di mil vueltas, sentí mil espasmos y una fiebre gritoneada con los labios cerrados que apenas me dejaba respirar. Y para entonces desperté, toda mojada; con la satisfacción de que la rubia exótica que taconeaba de noche no era yo, y con las ganas de que pronto pudiera quitarme a las mismas de encima.



No te salves, Lesly.



Pero si pese a todo, no puedes evitarlo y te salvas,
entonces, no te quedes conmigo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Hay una nueva manera de decir adiós.


Cuida tu vida y cuida la mía también, que yo no puedo hacerme cargo de ella. Mi hermana dice que no entiende lo que escribo, porque no escribo coherencias. No sé a qué se refiere. Caca. Hoy día cociné pequeños mojoncitos con moho y zanahoria, pero les faltó sal. Mamá dice que pronto estará por acá y ya no podré seguir narcotizándome a cigarrillos en mi habitación. Y ya no podré hacer cosas que no quiero hacer ahora pero que querré hacer después. Me duele la garganta, chao.
Y sí, tengo un problema.
Posdata, hoy día me miraste. Posdata dos, yo estudio para escribir bien. Con razón no tengo plata. Posdata tres, chevá la papá.


No te salves, Juana.



Pero si pese a todo, no puedes evitarlo y te salvas,
entonces, no te quedes conmigo.

domingo, 16 de agosto de 2009

Y no quiero más poesía

Tener las agallas suficientes debiera ser suficiente, quiero que dejemos de lado el pudor de las palabras y podamos hablarnos sin que nuestros rostros reflejen la estupidez de nuestro ego. Quiero poder controlarte y que tomes las riendas del asunto, que tu vergüenza supere la altitud de mis hombros escondiendo mi cara y nos enredemos para desenredarnos nosotros mismos en una terapia psicópata por encontrar nuestros caminos separados y saciar el deseo de no desear. Iniciar el capítulo para comprendernos juntos en nuestras historias individuales no individualistas. Un plan diabólico, un plan pervecto; anudar el verdugo del renacimiento junto al color rosa maldito que huele a sadomasoquismo, que nos envuelva y nos asfixie de la toxicidad traingular de esos terceros que nos tienen envenenada de empatía por el supuesto amor verdadero. No quiero más poesía porque redundan las rimas y ninguna produce orgasmos... te juro que no es carne, sino músculo latente; y que nada que no sea lo que yo pienso me dejará satisfecha. Necesitamos llevar esto a cabo, hacernos daño para llevar una vida normal y dejar de no dejar de decir; que ya no importen los que están fuera de este mismo cuerpo. Que se pudran las hediondas palabras del otro y no importen las intrigas porque sabes que es esa la ferviente tentación banal que te tiene hecha un puto.
...Esta es la fustigante táctica y estrategia, la que nos lleve a volar, la que gane el primer premio en un concurso de zanahorias. Y en esto soy irreductible.



No te salves, Magdalena.



Pero si pese a todo, no puedes evitarlo y te salvas,
entonces, no te quedes conmigo.

miércoles, 12 de agosto de 2009

el qué y el cómo

El problema está básicamente en cómo decirlo, no en qué decir, porque el qué es la escencia misma que no se puede evitar, entonces, sólo nos queda el modificar el cómo. Cuando el cómo lleva consigo un mal enfoque y se dirige de mala forma hacia su objetivo, ahí está el problema.
Pero qué pasa cuando tú puedes manejar lo que dices y cómo lo dices pero no puedes manejar lo que te dicen o cómo te lo dicen; qué pasa cuando te das cuenta de que podrías hacer tuyo ese mensaje de no ser por su forma. Podría hacer mío ese mensaje de no ser por su forma. Pero eso no lo controlas tú. De no ser por su forma. Te odio. Odio esta forma, yo sé cuál es la que quiero. Odio mi mensaje y odio el de él y el de ella y el tuyo también, porque mis manos no alcanzan a moldearles a mi forma.
Y claro que sería ideal poder aceptar una forma que no te gusta, claro, sería perfecto; así no caes en el error de buscar la forma que no existe y dejas de despreciar la única forma que no se te despega de encima. Lamentablemente también pasa por la forma, por esa forma que no se puede observar, lo que es peor.
Qué pasa cuando te enseñan tan bien a consolidarte como lo más importante de tu vida y te aferras firmemente al hecho de que no hay nada ni nadie que valga más que tú misma y entonces te sientes completa de esa forma. Pero qué pasó con la otra mitad de la que todos hablan. Lo que pasa es que, finalmente, eres sólo tú y te ríes de todo.