miércoles, 12 de agosto de 2009

el qué y el cómo

El problema está básicamente en cómo decirlo, no en qué decir, porque el qué es la escencia misma que no se puede evitar, entonces, sólo nos queda el modificar el cómo. Cuando el cómo lleva consigo un mal enfoque y se dirige de mala forma hacia su objetivo, ahí está el problema.
Pero qué pasa cuando tú puedes manejar lo que dices y cómo lo dices pero no puedes manejar lo que te dicen o cómo te lo dicen; qué pasa cuando te das cuenta de que podrías hacer tuyo ese mensaje de no ser por su forma. Podría hacer mío ese mensaje de no ser por su forma. Pero eso no lo controlas tú. De no ser por su forma. Te odio. Odio esta forma, yo sé cuál es la que quiero. Odio mi mensaje y odio el de él y el de ella y el tuyo también, porque mis manos no alcanzan a moldearles a mi forma.
Y claro que sería ideal poder aceptar una forma que no te gusta, claro, sería perfecto; así no caes en el error de buscar la forma que no existe y dejas de despreciar la única forma que no se te despega de encima. Lamentablemente también pasa por la forma, por esa forma que no se puede observar, lo que es peor.
Qué pasa cuando te enseñan tan bien a consolidarte como lo más importante de tu vida y te aferras firmemente al hecho de que no hay nada ni nadie que valga más que tú misma y entonces te sientes completa de esa forma. Pero qué pasó con la otra mitad de la que todos hablan. Lo que pasa es que, finalmente, eres sólo tú y te ríes de todo.

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