lunes, 24 de agosto de 2009

Así lo sentí


Para entonces me marcó la menopáusica insensatez del puto demonio que llevaba interno, por eso salí a caminar. Tomé uno de mis cigarrillos y aguanté las ganas de no estar en donde estaba. Lo encendí. Tan sólo quería volver al momento que tan perturbada me tenía. Mi cuerpo se estremecía de rabia al leerle la mente a mi memoria y razonar que no podría desintegrar ni los hechos ni la historia. Que todo iba a ser así de complicado, lo sabía. Que todo iba a ser así de complicado para ella, no. Se supone que la antesala heterosexual haría del cuento un pasar irrisorio, que en un abrir y cerrar de piernas se me olvidaría. Pero resultó que sus manos me estaban persiguiendo en la soledad de mi noche y no pude dejar de angustiarme, de acumular los nudos en mi garganta junto a los latigazos que aún no me daba la sociedad. Sentí la ausencia del exorcismo que me hacía falta, porque nada habíamos concluido aquella noche y, tres días después, aún no podía dejarlo pasar. Me volví loca, me di mil vueltas, sentí mil espasmos y una fiebre gritoneada con los labios cerrados que apenas me dejaba respirar. Y para entonces desperté, toda mojada; con la satisfacción de que la rubia exótica que taconeaba de noche no era yo, y con las ganas de que pronto pudiera quitarme a las mismas de encima.



No te salves, Lesly.



Pero si pese a todo, no puedes evitarlo y te salvas,
entonces, no te quedes conmigo.

1 comentario:

¿Usted quiere ir al cielo? no se preocupe, las putas van a llegar primero.